La chica de los labios brillantes pasó de nuevo el pincel por sus comisuras. Estaba indignada porque el día debería tener 28 o 29 horas y los segundos tendrían que ser eternos, porque se quedaba con ganas de más, con la mirada perdida y la sonrisa en la cara, apurando la esfera del reloj.
Antes de echarse a correr, miró hacia atrás. Ya no tenía que preocuparse por pisar ningún charco en su camino, pero sí por no tropezar con el sol hirviendo. Ardiendo como su pecho. Quemando como el hueco palpitante que quedaba siempre entre sus piernas.
Ladyfest me lleva a tu blog que te llevará al mío... redes que se enredan, a fin de cuentas.
ResponderEliminarBesos malvados!
M.