sábado, 5 de enero de 2013

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-Touché- respondió en un perfecto acento francés- creo que no son modos de dirigirme a una dama como usted, que sin duda, ha puesto en juego su imagen aceptando este incómodo y parece que hasta ahora, desagradable almuerzo. Disfrute de su plato, señorita Roberts.


Levanté la mirada de aquel pedazo de carne poco hecho y me encontré de nuevo, frente a sus ojos. Un extraño brillo atravesaba su iris. Aunque pudiera parecer un lugar común, la mirada de Nikola Tesla tenía una luz fuera de lo común,  como con una especie de chispas que saltaban de sus órbitas si este te sostenía por unos segundos la mirada. Kataharine ya me había advertido de ello: “es hipnótico, Danielle, no te dejes achantar”. Y se me vino de pronto a la mente aquella fotografía que había encontrado hacía ya casi cinco años en el despacho de papá. Un retrato del ingeniero e inventor en el que posaba impecable con su levita negra (muy similar a la que ahora vestía) y con un cierto aire de satisfacción, como el que sabe que va a alcanzar aquello que se proponga en la vida.
Solo Dios sabe-aunque a estas alturas me quedaba poca fe en él-que lo que sentí con aquella mirada fue una especie de descarga. Un estremecimiento por mi espalda que me dejó inmóvil durante un breve lapso de tiempo.

miércoles, 2 de enero de 2013

No sé  si lo que quema
son tus ojos o tus labios.
Un solo roce
y lenguas incipientes de deseo
convierten el agua en combustible.


No sé si tus palabras
o su cauce
me hacen oscilar frente al vacío.
O es la cuenca de tu pecho,
la entrada a mi morada.

No sé qué es lo que esconde
el presente a sus espaldas
Ni si esta luz es fogonazo, chispa o
brizna pasajera.

Solo sé que tu presencia
mantiene indiferente a la locura.