viernes, 30 de abril de 2010

Fe de erratas

Perdone señorita, no he podido más que observarla al pasar y me he visto en la obligación de decírselo- me dijo de pronto un hombre moreno con una toalla al cuello a la puerta de un gimnasio.
-¿Decirme qué?-contesté extrañada mientras intentaba zafarme del brazo que me tenía sujeto- ¿Acaso le conozco?
- Decirle que es la décima vez que la veo pasar por delante de este ginmasio. Como ve, está lleno de cristales y cuando la veo...
-¿Qué sucede cuando me ve, caballero?- esta vez era yo la que quería escuchar la respuesta. Me daba un poco de miedo instigar de ese modo a un desconocido pero entonces, sujeté su mano con la mía y repetí- ¿qué, qué sucede?
-Sucede...-hizo una pausa- creo que se va a reir de mí.
-No, por favor, no pare, continúe, se lo ruego.- La intriga me quemaba por dentro, sentía la garganta seca pensando que, a lo mejor ese hombre había descubierto algo de mí que yo desconocía.
- Bien- respiró hondo y prosiguió- sucede que creoq ue usted, es la mujer de mi vida. Siempre que la he mirado, me ha devuelto la mirada o una sonrisa.
- Es cierto, asentí con la cabeza- y es que realmente a ese desconocido le había estado observando siempre que pasaba los martes a las siete de la tarde delante de ese gimnasio.- Pero eso no quiere decir nada.
- Sí, si quiere decir. Dime que vas a cenar conmigo.
-¿Ya pasamos del usted al tú, caballero?- le dije haciéndome la estrecha. Miré el reloj: martes, siete y cuarto.
- No se lo tome a mal, pero y ¿si traducimos estas miradas en una conversación con dos copas de vino?
Entonces le miré de arriba a abajo. Realmente era guapo aquel hombre. Y tenía, ese halo que te deja entrever que efectivamente, podrá darte todo lo que necesitas, todo lo que deseas. Volví a mirar el reloj de nuevo: martes, siete y veinte. Me armé de valor y mirándole a los ojos le dije:
- Lo siento caballero, hoy llego tarde. He quedado con la persona equivocada y no quiero hacerla esperar.
Descolgué mi brazo de su mano y me alejé a paso ligero. Cuando llegué a la siguiente esquina me giré y le dije:
Nos vemos el martes, a las siete.

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