martes, 22 de junio de 2010

La chica de los labios rojos como rubíes y jugosos como cerezas al morder, soñaba que ya no iba a soñar más porque a veces, lo que imaginaba dormida se hacía realidad.
Como en una suerte de ciclo premonitorio se daba cuenta de que tanto lo malo como lo bueno se había ido cumpliendo.

El gloss que se había puesto aquella tarde tenía un cierto sabor frutal por lo que la chica cuyo brillo en los  labios nunca era casual, lamió lentamente el anverso de sus comisuras y recordó que ese era el sabor dulce pero picante que el último sueño le había dejado en la boca.
De nuevo, constataba que muchos deseos inconscientes a veces, se transforman en cuerpos empáticos. En abrazos infinitos.

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