Cuando al lavar la cara en la mañana
y pasar suaves las palmas sobre el rostro
de hollín queden las arrugas dibujadas,
y de asfalto puro, la boca de la boca:
Es momento de mirar el agua en que te lavas,
y no querer borrar tu gesto
por una sucia marca.
Sino dejar atrás las apariencias
y cambiar por agua cristalina
pura, sana
aquella porquería
que hasta entonces
alimentaba cada día tus entrañas.
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