jueves, 12 de agosto de 2010

Cuando la pluma es un relevo

-Pero, ¿qué historia quieres que cuente?
-Simplemente, esta que te estoy contando, Pedro.

Y de este modo la chica de puertas azules y labios siempre jugosos por el gloss me entrego su libreta y me dijo: escribe.

-La poesía es una trampa para el alma, porque se te transparentan las intenciones a cada verso. Como un vestido blanco al trasluz del verano.

Así que me dijo: haz de mi vida una ficción; haz de mi existir un cuento.

La chica de la sonrisa certera y el corazón silencioso bebió otro trago más de ron. Había lanzado al mar sus zapatos aquella noche. Cuando fue a encenderse el último porro la orilla le devolvió los dos.
La chica que creía en los mitos griegos, en el Hades, en el destino y en el oráculo de Delfos me dijo con los pies mojados:

-Pedro, todo mi misterio desaparece al roce de su cuerpo. Es como una ola que me convierte en espuma al tocarme. Como una marea mal curada que penetra en las pieles, borracha de arena húmeda.

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