Se me ha clavado el miedo
en el techo de la boca.
Como un anzuelo negro,
oxidado, de punta roma y vieja guita.
Que intenta arrancar de cuajo las entrañas
dejándome el esófago repleto
de sangre visceral, a veces rancia.
Se me ha clavado el miedo
en la garganta,
y lucho
porque de esta, no vomite
la templanza.
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