La chica de los labios color de iris, miró su pie plastificado y comprendió que algunas marcas no salen solas. El médico se había sorprendido y había confesado su ignorancia ante tal eczema. Volvió a mirar el plástico brillando al trasluz de una lámpara amarilla. Y notó su corazón también plastificado. Protegido y obligado a guardar reposo, impulsado a proteger el poco riego que aun le quedaba.
Algunas marcas son ilustraciones que el cuerpo nos graba en la piel para mostrarnos una evidencia. Podemos ignorarlas, tratarlas y mantenerlas ocultas. Pero la certeza de su existencia es persistente.
Quizá tuviera una pequeña muesca en la aorta y ahí era muy difícil aplicar la crema que ahora calmaba el picor constante de su pie. Un plástico que protege el corazón, pensó de nuevo. Y ladeando la cabeza descubrió que si la sangre le escocía era porque los leucocitos se le habían vuelto grises y un eczema inmunitario era muy difícil de vencer.
Tuvo tentación de rascarse, el film se lo impidió. Cogió su copa de vino y bebiendo lentamente se dispuso a evitar una anemia emocional.